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sábado, 5 de julio de 2014

Hechos para el Amor

Como decía el gran poeta falangista Rafael Sánchez Mazas, que sobrevivió milagrosamente a su fusilamiento por los rojos, "los nuestros no cayeron por odio, sino por amor".

Nosotros no odiamos, ni siquiera a nuestros enemigos. Debemos amar incluso a nuestros enemigos. Pero eso no significa darles la razón ni dejarles hacer lo que quieran, como unos buenos padres no dejan a sus hijos hacer cualquier cosa. Y tenemos también el derecho y hasta la obligación de defender nuestras vidas, nuestras familias, nuestra Patria y nuestra Religión cuando son atacadas.
El ejemplo nos lo dio Jesucristo, que teniendo un inmenso poder divino, que podía haber fulminado a quienes le agraviaban, ofendían y herían con saña, prefirió dejarse crucificar para ofrecer así el sacrificio de su vida preciosa para la salvación de todas las almas que quieran acogerse a su Misericordia.
Eso es en el fondo lo que significan todos nuestros símbolos, aunque los ignorantes y los malvados no quieran entenderlo o finjan no entenderlo.
La bandera de España con el águila de San Juan representa precisamente la Fe Católica, pues es del Evangelista San Juan. Por eso lleva una aureola dorada en torno a su cabeza.
El brazo extendido con la palma abierta siempre fue un signo de paz, nacido en la Hispania profunda anterior a la romanización, copiada por los romanos. Significa que no se lleva ningún arma en la mano que las podría empuñar. Es un saludo de paz. Lo contrario del hosco y amenazador puño cerrado, más propio de los simios y de los violentos, pero que no escandaliza a los hipócritas que sí se escandalizan por este noble saludo que se extendió a todo el orbe romano y que se recobró en el siglo XX por los movimientos nacionales patrióticos que no querían someterse ni al capitalismo explotador ni al comunismo ateo y aniquilar de la civilización.